De Stonewall a nuestros días. Una estrella QUEER: S.T.A.R.
¿Qué es S.T.A.R. te preguntarás? Yo también me lo pregunté al empezar el libro del que voy a hacer la crítica. Sí, en la propia portada resalta ‘Street Transvestite Action Revolutionaries’. O lo que es lo mismo, “Acción Travesti Callejera (y) Revolucionaria”, aunque no se encuentre, yo le habría puesto el Y. Como me dijo la persona que me recomendó el libro, Mané Fernández, que es además una persona fascinante: ‘es corto pero es una joya’. Por supuesto, pero es más que una joya; es una perla que recuperamos del olvido, es un diamante en bruto contra todas las violencias reunidas en una que se llama OPRESIÓN, es un rubí como la pasión de la lucha de sus protagonistas, una esmeralda de esperanza por un mundo mejor sin persistente violencia (LGTB+fóbica), un zafiro que simboliza la eterna conexión entre quienes luchan por la igualdad entre personas sin rostro, ni sexo, ni sexualidad, ni identidad de género; personas sin etnia, sin diversidad funcional, sin religión; personas sin cuerpo pero sin duda, con un alma más poderosa que la de todos los líderes de la historia que hayan existido y existirán para reprimir la libertad. Esto nos involucra a TODES.
Este libro, que tan fácil me resultó de encontrar acertadamente en Traficante de Sueños, nos narra diversas historias que en general, rondan los disturbios de Stonewall. Y es cuando, leyendo este libro une misme se da cuenta de lo importante que es tener memoria y cuál fue el punto de inflexión para las reivindicaciones de la disidencia afectivo-sexual y de género. Lo digo de esta forma porque no deberíamos negar y/u ocultar ni siquiera inconscientemente, que ya existía una cultura suburbana, si no LGTB+, por lo menos LGT. Y si ello no nos llama la atención de por sí, es triste saber que a una de las protagonistas, Marsha P. Johnson, la encontraron asesinada en el río Hudson siendo la policía la que desatendería la investigación voluntaria y encubiertamente, pues se trataba de una disidente más de (identidad de) género, cuya expresión de género tanto chocaba con su sociedad.
Si bien he de decir que no estoy de acuerdo con ciertas políticas del movimiento QUEER radical (de raiz, que no extremista), es porque también hay que situarlas en contexto. El mundo sigue inundado por esa LGTB+fobia que Stonewall prometía exterminar, pero gracias a la valentía de Marsha y de Sylvia Rivera, podemos desarrollar nuestras vidas de forma un poquito más libre. tinComo decía, en declaraciones de Sylvia Rivera, aseguraba que su intención era destruir el sistema por ser capitalista y exterminador de toda disidencia, pero en ningún momento destruir o dañar a las personas que viven en el sistema. Efectivamente, y más como ecologista que soy, abogo por un movimiento internacionalista por la paz; aunque deberíamos ser conscientes que, incluso siendo Sylvia pacifista, resulta difícil no violentarse y oponer una fuerte resistencia cuando el acoso sistemático de la policía en forma de palizas y violaciones era (y es en algunos lugares a día de hoy) cubierto por las instituciones.
Si bien es una lectura con la que emocionarse con las redes de compañerismo que surgían (S.T.A.R. específicamente para las personas TRANS* y para las personas de expresiones de género no normativas) entre las décadas de principios de los 60 y finales de los 90, dicho compañerismo surgía más por la necesidad de supervivencia que por activismo LGTB+Queer como lo entendemos actualmente. Las personas Trans, al igual que los hombres gays con expresiones de género muy femeninas, solían encontrarse a los márgenes de la sociedad; eran personas repudiadas en sus casas de origen (no las pienso llamar “hogar”) y por tanto, huérfanas no literalmente tanto como ‘sin techo’. Las experiencias de estas personas que desde entonces ya construían, quizás sabiéndolo o quizás sin saberlo, el futuro movimiento internacional Queer, no se basaban en su disidencia afectivo-sexual o de género, aunque era un gran pilar.
Y lo más interesante de todo es que ello no les impedía disfrutar de los pequeños momentos de lucha, no les impedía tener su orgullo de reina, de Drag Queen; eso no les impedía ser reprimidas por los múltiples abusos de las autoridades, las palizas y las violaciones institucionales (físicas y de DDHH), pero sobrevivían y volvían a salir a la calle; NADIE podía pararlas, pararles. Tenemos mucho que aprender del pasado, aunque dejando la violencia a un lado y siendo críticos con el movimiento asimilacionista. ¿Asimilación por asimilación? ¿A qué coste? ¿Reprimiendo a nuestras compañeras? Ser críticos con el asimilacionismo de identidades disidentes por la creación de nuevas ‘normas’ represoras, de prejuicios y de estereotipos que incluso se reproducen dentro de la comunidad LGTB+, es un buen paso hacia la igualdad. ¿Tan difícil es dejar el odio de lado y respetarnos como nada más que personas? Vaya, qué QUEER me ha quedado eso.
Una pega que identifico en el libro es la gran falta de claridad en cuanto a las etiquetas, pero dándonos cuenta de que estamos en una lucha Queer donde la discusión sobre la definición de las etiquetas no merece realmente la pena. ¿Qué es para nuestras protagonistas la identidad “TRANS”? ¿Aquellas personas que hablan de “Trans”, presuponen el deseo de la reasignación de sexo o no? ¿Cuál es la diferencia que hacen entre travesti, transexual y transgénero? ¿En qué se diferencian las experiencias de personas Trans con personas Cis cuyos roles de género están ‘totalmente alterados’ según la norma de la sociedad? ¿Dónde queda para ellas la línea entre Drag Queen y el resto de identidades? Es muy interesante el reflexionar sobre estas cuestiones a lo largo de la lectura del libro, pero como digo, siempre recordando el contexto. Cuando te rompen la cara o las piernas con la porra de un policía, da igual qué identidad tengas, te están partiendo algo; en ese preciso momento, te da igual ser Trans, que gay, que lesbiana, que lo que seas, porque tu vida está en juego y tienes que defenderte para sobrevivir.
Si bien hay muchos países en los que ha cambiado la situación, tristemente en la mayoría de países aún persiste LGTB+fobia social, institucional, legal, sanitaria, educativa… y queda MUCHO pero MUCHO que hacer. Y gracias a Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, si contamos con ellas en nuestro imaginario, nuestra lucha será más completa.
Gracias por vuestra lucha, la que es mi lucha también.
Sin violencia y siempre anti-capitalista, cosmopolita, feminista, LGTB+Queer, anti-fascista y anti-racista, sin capacitismo ni especismo, sin edaísmo ni mierdas discriminatorias.
Por vosotras, por todas nosotras. ES LA HORA.
Marcgolab
Aupa ahi !!!
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