
La gran calidad de este libro es devolver a las mujeres conscientes sus análisis, desde el siglo XIX hasta antes de la segunda guerra mundial. La mujer no solo pensaba sino que organizaba sus ideas, fue capaz de crear –sin hombres– su propia prensa. Y las investigaciones apasionadas de Deyanira nos aportan testimonios profundos y criticas despiadadas que superaban las certidumbres de sus épocas, hasta llegar a ser penosamente reconocidas hoy día en algunos países.
Deyanira Schürjin demuestra que fue una lucha solitaria de las mismas mujeres que empezó por un folleto publicado en Cádiz en 1857. O sea poco tiempo después de la primera huelga general en España en 1855 y mucho antes de la creación en 1864 de la Asociación International de trabajadores. El folleto de 1857 es de la señorita Doña Rosa Marina: «Las condiciones sociales, civiles y políticas de la mujer en la sociedad contemporánea,o de otro modo, las costumbres y las leyes, son contrarias al buen sentido, a la justicia y a la razón, p. 83».
«Los defensores obligados de la familia, la han rebajado hasta hacer de ella un negocio mercantil cotizable en la bolsa […] y que puede resultar de estas uniones de especulación de estas prostituciones encubiertas por el velo de la legalidad justificadas por la sociedad que se inclinan ante ellas honrándolas y enalteciéndolas p. 84».
Luego destaca Deyanira cómo la Comuna de París demostró la iniciativa revolucionaria de las mujeres desencadenando todo el movimiento. La escritora y futura anarquista André Léo escribía:
«¿Sabe usted, general Dombrowski [famoso revolucionario polaco y ruso, voluntario en la Comuna por la que luchó y murió]cómo se produjo la revolución del 18 de marzo [de 1871]? Por las mujeres […] debemos razonar un poco: ¿creemos que podemos hacer la Revolución sin las mujeres? Llevamos ochenta años [desde 1789] intentándolo y fracasando. La primera Revolución les dio el título de ciudadano, pero no los derechos. Los dejó excluidos de la libertad y la igualdad. […]¿Quiénes son los que más sufren con la crisis actual, con la escasez de alimentos, con el cese de trabajo? Las mujeres, p. 98».
Sigue Deyanira su búsqueda de la prensa femenina para llegar, otra vez en Francia, al periódico La Fronde (la oposición). A partir de su fundación a fines de 1897 por Marguerite Durand, que disponía de importantes recursos financieros, el diario era feminista (y lo fue durante seis años), con una tirada de 50.000 ejemplares cotidianos, polifacético, abierto a las corrientes burguesas y socialistas y hasta sindicalistas.
«[La Fronde] Exige la igualdad de derechos, el desenvolvimiento sin trabas de las facultades de la mujer, la responsabilidad consciente de sus actos, el lugar como criatura libreen la sociedad, p. 112».
El diario publicó el 5 de abril de 1898 una carta recibida la víspera:
«Señoras: Somos costureras, es decir obreras pobres que hacemos una media de entre 10y 12 horas, ganado por nuestro trabajo de 3 a 4 francos. Sin embargo, no pedimos un salario mayor, solo protestamos y, por esta causa, demandamos la ayuda y protección de su periódico. […] He aquí lo que reclamamos: un cuarto de hora por la mañana para poder entrar –porque somos 250– sin ser penalizadas con media hora de trabajo sin sueldo […], p.117».
Deyanira Schürjin desarrolla la evolución del diario y de varias colaboradoras, así como el problema de la maternidad. La natalidad era la postura impuesta por la sociedad y algunas mujeres pidieron la ayuda del Estado, otras, y muchas anarquistas, introdujeron «la separación de la maternidad y el rol reproductivo por un lado y la sexualidad y el placer por otro.Defendieron la contracepción y el aborto, tanto es así que Madeleine Pelletier, médica psiquiatra, practicó abortos [prohibidos] a lo largo de su carrera, p. 120».
«Nelly Roussel, anarquista maltusiana y activista por el control de la natalidad, provocó un enorme escándalo cuando publicó en la revista Régénération (en 1907) su propia percepción del aborto:
«Un feto es una parte del cuerpo de una mujer que, sin tiranía, no se le puede impedir desechar como le plazca, como su cabello, sus uñas, su orina, sus excrementos [le fœtus estune portion du corps d’une femme dont elle ne peut être, sans tyrannie, empêchée de disposerà son gré comme de ses cheveux, de ses ongles, de son urine, de ses excréments], pp. 120-121».
Deyanira cuenta como la labor de La Fronde quedó mermada seguramente a causa dela primera guerra mundial. Y la autora pasa al impacto de la emigración económica y política europea en América y en especial en Argentina, donde el sindicalismo anarquista y socialista se desarrolló con creces.
«La Voz de la Mujer se presenta como el primer periódico anarco-comunista de América Latina escrito por mujeres. […] el primer periódico proletario de mujeres (n°1, 8 de enero de 1896), p. 133». Naturalmente, uno piensa que estas argentinas libertarias iban a profundizar los análisis precedentes con la ayuda de sus compañeros anarquistas.
«Apareció el primer número de La Voz de la Mujer, y claro ¡allí fue Troya!, “nosotras no somos dignas de tanto, ¡cá! no señor”, “¿emanciparse la mujer?”, “¿para qué?” “¿qué emancipación femenina ni que ocho rábanos?” “¡la nuestra”, “venga la nuestra primero!”, y luego, cuando nosotros ‘los hombres’ estemos emancipados y seamos libres, allá veremos”[…] Es preciso, ¡oh!, ¡falsos anarquistas! que comprendáis una vez por todas que nuestra misión no se reduce a criar vuestros hijos y lavaros la roña, que nosotras también tenemos derecho a emancipamos y ser libres de toda clase de tutelaje, ya sea social, económico o marital, (n° 2, 31 de enero de 1896) pp. 141-142».
Afortunadamente las compañeras supieron responder mandando fuera de la cancha a los supuestos anarquistas. Y tuvieron el apoyo de otros periódicos anarquistas y de lectores:
«Recibí el Nº 2 del periódico, felicitándome por haber encontrado compañeras que tan directamente atacan a esos miserables cangrejos que se llaman anarquistas con la boca, pero nunca con sus hechos. Yo, por mi parte, lo he llevado al seno de algunos hogares donde ocurre lo que vosotras atacáis. Adelante, compañeras, Juan Arroyo, Chivilcoy (provincia de Buenos Aires), (n° 3, 20 de febrero de 1896), p. 143».
Deyanira detalla toda la labor de defensa de la mujer en general, las celebraciones delos mártires de Chicago y la Comuna de París. Pero la falta de medios económicos no fue superada y el periódico cesó en 1897 de existir.
En Chile, comentando el clima social diferente, Deyanira evoca otra experiencia de prensa femenina: La Alborada y La Palanca, ambas a principio del siglo XX. Luego, de nuevo en Argentina, en Necochea, muy al sur de la provincia de Buenos Aires, en 1921 surgió Nuestra Tribuna, animada por una gran militante anarquista, Juana Rouco Buela, y otras compañeras muy valiosas. El periódico recibió colaboraciones de mujeres de países latinoamericanos, como la chilena Gabriela Mistral. Juana Rouco Buela publicó un artículo sobre un partido político de mujeres para tener parlamentarias mujeres que cambiaran desde arriba la condición femenina. Rouco Buela subrayaba en 1922 que en países ya existían diputadas y «nada ha cambiado la situación desesperante de las obreritas y mujeres todas, pp.209-210».
Después de una acertada descripción de las luchas sociales en Argentina y en España, Deyanira termina su investigación con Mujeres Libres. Las observaciones son excelentes como la diferencia total entre Federica Montseny a favor de la maternidad para que una mujer sea completa [por eso nunca se preocupó ni citó el aborto cuando era ministra y hasta 1939, luego pretendió lo contrario] En cambio, Mujeres Libres que afirmaba: «antes que la madre debe estar la mujer, (pp. 257-258)». Por supuesto era la postura de Lucia Sánchez Saornil.
La única ausencia que noto en el libro es un análisis de Mujeres Libres a fines de septiembre de 1936 con el artículo «Liberatorios de prostitución» en la última página:
«La empresa más urgente a realizar en la nueva estructura social es la de suprimir la prostitución. Antes que ocuparnos de la economía o de la enseñanza, desde ahora mismo, en plena lucha antifascista tenemos que acabar radicalmente con esa degradación social. No podemos pensar en la producción, en el trabajo, en ninguna clase de justicia, mientras quede en pie la mayor de las esclavitudes: la que incapacita para todo vivir digno».
Tenemos con Deyanira Schürjin Benedetto un estudio serio, valioso, con muchísimas fuentes de reflexión para los lectores de ambos sexos.
Frank Mintz, marzo de 2023.
Extraído de: http://www.fondation-besnard.org/spip.php?article3887