Reseña del libro «Lucy Parsons. Antología de una anarquista olvidada», por Frank Mintz.

Es una joya disponer de un libro con biografía y textos de Lucy Parsons. Una personalidad casi condenada al silencio en su país y que aparece por primera vez en castellano con esta obra de Marta Romero-Delgado.

Lucy era la esposa de Albert Parsons, uno de los cuatro ahorcados en 1887, los mártires de Chicago. Una viuda afronorteamericana, ex esclava, que no se calló la boca. Peor ostentó, además de negra, varios orígenes: india, mejicana. ¿Por qué?

Lucy simbolizaba sin duda, defendía indiscutiblemente a la mujer trabajadora explotada por el capitalismo de Estados Unidos. Una mujer valiente que iba de mitin en mitin por defender la memoria de los mártires de Chicago que exigían, como primera etapa de la emancipación de proletariado, la jornada de 8 horas.

Se comprueba que ahora mismo y desde hace años y quinquenios muchísimos trabajadores en el planeta no cobran ni una hora porque están desempleados; los más consiguen apenas unas horas al día (que estén con o sin contrato oficial); y muchos tienen que trabajar, currar, laburar 10 horas y más diarias para estar malviviendo.

Lucy, por lo tanto, recordaba el mensaje revolucionarios de los ocho condenados: uno a 15 años siete condenados a muerte, pero hubo dos indultados y pasaron a cadena perpetua, otro se suicidó y los cuatro que quedaban fueron a horcados. Seguro que Lucy señalaba que uno era socialista, seis anarquistas y otro pastor protestante anarquizante.

Y todos se vinculaban a la prensa obrera, lo que significa que para los capitalistas los obreros no pueden pensar ni reaccionar si no hay una fuerza intelectual que los estimula. Es exactamente lo que pensaron los obscurantistas españoles con la semana sangrienta de 1909 en Barcelona. La víctima principal (que no estaba en Barcelona cuando ocurrió la rebelión espontánea) fue fusilada, el intelectual Francisco Ferrer Guardia pedagogo, masón y anarquista.

Esta prepotencia de los capitalistas nunca impidió que los trabajadores se organizaran desde la base en EE UU y en la España revolucionaria. Para los explotadores de su país una viuda negra no debía de valer gran cosa.

Y Lucy no solo hablaba, escribía como obrera (del textil) desde su anarquismo vibrante todavía hoy:

«Mi mente está horrorizada ante la idea que un partido político tenga el control de todos los detalles que componen la suma total de nuestras vidas. » (p. 90)

«La pasividad, mientras la esclavitud nos roba, es un crimen. » (p. 93).

Lucy tiene palabras excelentes, con buen conocimiento de Kropotkin y de la futura sociedad «Cuando dos, tres o cuatro horas al día de trabajo fácil y saludable produzcan todas las comodidades y lujos que cada persona pueda usar […]» (p. 100).

«Una sociedad así estimulará «el nivel moral entre las masas» (p. 103).

Kropotkin había escrito en La Conquista del pan «limitar a cuatro y hasta a tres las horas de trabajo» en el capítulo “Vías y medios, II», y «la satisfacción moral que da el trabajo libremente elegido y libremente realizado» La Agricultura, VI».

Lucy reconoció que un tiempo pasó por el partido socialista, estuvo «conectada con los comunista» viendo estos movimientos «nacer y desaparecer» (p. 138), pero mantenía su ideal:

«Soy anarquista: no tengo que disculparme con ningún hombre, mujer o niñe porque soy anarquista, porque el anarquismo lleva en su seno el germen mismo de la libertad » (p. 139)

Un historiador norteamericano afirmó que Lucy fue comunista, pero se sabe que cualquier comunista con cierta fama, en los años 1920 y 1930, debía escribir su admiración por la obra de Lenin, los ingentes éxitos del poder popular de la URSS en la industria pesada, en la agricultura., etc.

Lucy no dejó ni una palabra sobre tales patrañas.

En cambio lamentó con razón la debilidad organizativa del anarquismo (p. 129) y «la clase trabajadora indefensa» (p. 130) un asunto pendiente hasta hoy en EE UU.

Una vida de lucha y de entrega a las ideas del cambio social, así fue la vida que eligió Lucy.

Frank Mintz, 31.10.22

Extraído de: http://www.fondation-besnard.org/spip.php?article3852

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